La portada de la iglesia, finalizada hacia 1330, constituye uno de los conjuntos más significativos de la escultura gótica navarra. Se aprecia la intervención de diversos maestros y es patente la influencia francesa tanto en motivos iconográficos como en la forma de hacer.

A pesar de la profusión decorativa mantiene un gran equilibrio y elegancia. Se ha restaurado en 2016 y recuperado parte de su policromía original. En Navarra encontramos modelos parecidos en el Santo Sepulcro de Estella y San Saturnino de Artajona.

A ambos lados de la portada se despliega un friso con el apostolado presidido por El Salvador, enmarcado por arquerías, de las que sobresale una jugosa ornamentación de animales fantásticos y diversos personajes. San Pedro y Santiago el Mayor a la izquierda y San Pablo, San Juan y Jesús a la derecha, destacan del resto de apóstoles.

Nos centramos ahora en la portada propiamente dicha. Una risueña Virgen sedente con el Niño bajo dosel preside el tímpano, donde se escenifican a sus lados la Anunciación, el Nacimiento de Jesús, la Presentación en el templo, la Matanza de los Inocentes, la Huida a Egipto y el Bautismo de Jesús; todo ello culminado con dos claves decoradas: un ángel coronando a la Virgen y una expresiva máscara que representa al Hombre Verde o “Green Man”.

A la izquierda, en los arranques de las arquivoltas, reconocemos a Herodes con un diablejo que le susurra al oído y los Reyes Magos en la Adoración al Niño; en el lado derecho varias figuras decapitadas que pudieran representar la adoración de los pastores o bien un cortejo de músicos.

Los capiteles de la derecha incorporan una escena de jugadores de dados peleándose, la Reprobación de Dios a Adán y Eva, dos frailes y la Virgen sedente con el Niño. Uno de los dos frailes bien pudiera representar a San Francisco de Asís, de paso por Olite camino de Santiago de Compostela, testimoniado por la inscripción «Franciscus Pets» en una filacteria; parece la plasmación del episodio del sermón de san Francisco a los pájaros.

El dintel es una pieza singular llena de vida. A la izquierda vemos un hombre encaramado sobre una encina sacudiendo bellotas para que coman los cerdos, un cazador que dispara a un venado, la vid y el majuelo. En las escenas de la derecha es difícil determinar lo real de lo simbólico, lo cristiano de lo pagano. Como escondidos en un paraíso vegetal un ser híbrido tocando la cornamusa y un personaje burlesco danzando, un cuadrúpedo grotesco junto a personaje obsceno, un centauro arrodillado ante un ser híbrido de dama y reptil y dos jóvenes peleándose cabalgando sobre sendos leones. Escenas con una finalidad moralizante.

Las jambas muestran una iconografía muy variada y cargada de simbolismo. Destacan las escenas del Génesis, del Antiguo Testamento, algunas del Nuevo Testamento, otras tomadas de la vida cotidiana, animales fantásticos y motivos decorativos arquitectónicos y vegetales se suceden sin un orden aparente.

En la jamba izquierda destacan animales que representan el mal y escenas del Génesis, Caín y Abel, la tentación a Eva y el pecado del hombre, y en la derecha la redención del pecado con el pelícano, símbolo del sacrificio de Jesús, y la puerta de la Iglesia, redentora del pecado.

En las cinco arquivoltas externas la vid adquiere un protagonismo singular. Exhiben una exuberante y fina decoración vegetal a base de hojas de vid, roble y flora diversa. Entre la vid aparecen diversos animalillos, gusanos, pájaros, caracoles y mamíferos, y oculto entre los robles un rostro de hombre, el guardaviñas. Una singular viña en piedra. Entre la hojarasca se localizan dos figuras reales orantes bajo doseletes, de difícil reconocimiento, posiblemente reyes bíblicos.

Completan la fachada una cornisa decorada con hojarasca, entre la que sobresalen personajes extraños, y un gran rosetón de tracería trilobular. La cubierta tiene la finalidad de proteger la portada de las inclemencias del tiempo.

El claustro se añadió un siglo después de terminarse la iglesia, en 1432. Fue mandado construir por la reina Doña Blanca y es testimonio de su devoción a María. A ambos lados del arco de entrada al atrio se alzan las figuras de Doña Blanca, hija de Carlos III el Noble, y la Virgen con el Niño. Ambas figuras descansan sobre ménsulas con las armas de doña Blanca y Juan II, Navarra-Evreux y Navarra-Evreux/Aragón-Castilla-León. Éste último se repite en el arco de entrada. La autoría de esta obra, de gran clasicismo, se atribuye al taller de Johan Lome, maestro escultor de las obras reales.

La iglesia fue declarada Monumento Nacional en 1925.